En un momento crucial, mientras una cuidadora se encuentra inmersa en sus múltiples responsabilidades, un hombre avanza sigilosamente hacia la puerta de la habitación.
En sus manos, empuña con firmeza una sierra eléctrica que, en un abrir y cerrar de ojos, se convierte en un instrumento de terror al golpear con furia la puerta.
El estruendo de los golpes resuena de manera aterradora en el ambiente, atrayendo de inmediato la atención tanto de la cuidadora como de las inocentes niñas que están bajo su cuidado.
Es en este preciso y trascendental momento en el que se desencadenan una serie de sucesos terroríficos que alterarán el rumbo de esta historia de manera irreversible.
La tensión en el aire es palpable, y lo que acontecerá a continuación está destinado a dejar una marca imborrable en las vidas de todos los involucrados.
A fin de comprender plenamente la trascendencia de este incidente, resulta imperativo situarlo en su contexto adecuado.
Las imágenes audiovisuales nos transportan a una sala en un centro de cuidado infantil en Brasil.
En esta habitación, se nos revela la presencia de cuatro niñas, quienes confían plenamente en la premisa de que el lugar donde se encuentran representa un rincón de salvaguardia y atención dedicada exclusivamente a ellas.
Cada una de estas pequeñas almas deposita sus sueños y esperanzas en este espacio, esperando encontrar en él el refugio necesario para su desarrollo y crecimiento en un mundo a menudo inclemente.